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sábado, 23 de febrero de 2013

Equidad y patriarcado


EQUIDAD Y PATRIARCADO

Hace 10 años, Luis Bonino Méndez, argentino, director del Centro de Estudios de la Condición Masculina, se preguntaba:

“¿por qué tantos varones permanecen en una posición conservadora, ¿por qué no cambian de un modo progresista?, ¿por qué la mayoría son tan poco receptivos a los argumentos igualitarios?, ¿por qué toman tan pocas iniciativas?, ¿por qué, pese a que incluso muchos de ellos proclaman verbalmente el valor de la igualdad, son tan pocos los que desean, o se animan a adoptar realmente posiciones innovadoras y a emprender una marcha comprometida hacia la igualdad con las mujeres?, ¿por qué pocos están dispuestos honestamente a compartir -como reclaman  las mujeres-, el trabajo y el poder y especialmente lo doméstico? , y ¿por qué se resisten a fomentar el acuerdo de un nuevo contrato social, de nuevos pactos que reconozcan a las mujeres como ciudadanas-sujetas de derecho, tal cual ellas lo proponen (Simón Rodriguez,1999)?, ¿por qué, finalmente, en los temas de la igualdad con las mujeres los varones se caracterizan por ser una “silenciosa” mayoría? 

Todas estas preguntas pueden conducir a una que las sintetiza: ¿por qué los varones no reaccionan ante el cambio de las mujeres con una respuesta igualitaria y por qué permanecen en el no-cambio?”[1]

Los cambios culturales son más lentos que los cambios tecnológicos; pero estos presionan también el cambio cultural. La división sexual del trabajo, por ejemplo, es más rígida en el campo que en la ciudad. La mujer de la ciudad tiene muchas más oportunidades que la mujer del campo para desarrollar autonomía. La crítica frontal al patriarcado que ha hecho el movimiento feminista puede por ello tener más impacto en la ciudad que en el campo. Y por lo tanto, el orden patriarcal y el machismo, como una de sus expresiones, puede ser más arraigado entre los hombres del campo, de los municipios más rurales, y en los barrios periféricos de las ciudades donde se ubican las  familias desplazadas.

En el Oriente Antioqueño, la población rural sigue siendo mayoritaria en los municipios, particularmente en los más alejados de Medellín. El conflicto armado, además, impactó de diversas formas el tejido social: el desplazamiento modificó los roles masculinos y femeninos tradicionales. Muchas mujeres se vincularon a actividades económicas nuevas, mientras los varones dejaron de ser los únicos proveedores del hogar y, en ese sentido, perdieron poder. La población joven recibió el impacto de valores y condiciones distintas a las que tenía en el campo. Y el retorno no es un regreso al pasado. Las mujeres sostuvieron el tejido social y su papel en la comunidad cambió, en muchos casos, para siempre.

Es difícil vivir en condiciones nuevas con un pensamiento viejo. La familia patriarcal tradicional se resquebraja y reclama Nuevas Identidades Masculinas: El padre todopoderoso, machista, autoritario, que se cree único dueño de los ingresos familiares, que resuelve violentamente los conflictos, va pasando a la historia no sin profundo sufrimiento personal y arrastrando a veces en su derrumbe la unidad familiar.  No se trata únicamente de un problema personal; es un problema social que necesita políticas públicas y una reacción colectiva. La construcción de comunidades no patriarcales, de convivencia sin violencias, es una tarea central en una Colombia, y en una Provincia, que quiere vivir en paz. Hay que promover masivamente un cambio de valores.

Las mujeres reclaman equidad. Los sectores sociales empobrecidos y las llamadas minorías lo hacen también. Los gobiernos prometen equidad y prosperidad. Es posible la equidad en un orden patriarcal? Para el orden patriarcal un valor fundamental es la libertad, entendida como libertad de empresa y libre competencia. Los buenos competidores ganan dinero, prestigio, poder; pero muy pocos ganan; los demás son perdedores. Los ganadores dominan, los perdedores son sometidos. El orden patriarcal establece relaciones de dominación de unos seres sobre otros. El movimiento feminista señala y denuncia las relaciones de dominación de los varones sobre las mujeres y de los adultos sobre los niños-as.

También en la actividad económica pueden establecerse relaciones patriarcales. El modelo de desarrollo vigente en Colombia, y en el Oriente Antioqueño, ha puesto por ejemplo a competir la economía campesina con la industria y los servicios. Y el resultado ha sido la pérdida de la tierra y la descomposición del campesinado, desconociendo y desaprovechando la experiencia de años, el amor por la tierra, la protección de los recursos naturales y la producción de alimentos. La resistencia campesina se expresó pacíficamente primero en el Movimiento Cívico, en la década de los 80, y luego en la resistencia armada guerrillera de los 90, derrotada finalmente por el ejército y los paramilitares. Toda dominación necesita conseguirse y mantenerse con violencia.

Ya hablamos del impacto de la violencia en la familia campesina y en el tejido social. La reconciliación no puede construirse sobre relaciones de dominación-sometimiento, sino con base en un cambio de actitudes: sobre relaciones basadas en la Biología del Amor, vale decir, sobre el reconocimiento del Otro-a como legítimo Otro-a, según enseña Humberto Maturana. Quien pretende dominar a otra persona no la reconoce como legítimo Otro-a; quien se somete está desconociendo su propia dignidad y reconociendo en el Otro-a una superioridad que no tiene como ser humano. Todas las personas nacen iguales en dignidad.

Estas nuevas relaciones fundadas en la Biología de Amor deben ser promovidas y aprendidas por nosotros, los varones; por eso se habla de Nuevas Identidades Masculinas. Pero también por la población joven. Por la mujer campesina, sumisa, que somete su dignidad; y por la que se rebela. Todas y todos podemos y debemos cambiar de actitudes. Es posible y deseable un cambio sin violencia. Años de guerra nos enseñaron en Colombia y el Oriente Antioqueño que la violencia no sirve para conseguir justicia, equidad, democracia, libertad.

“Amarse, no armarse”, propone el Alcalde Petro en Bogotá. También en nuestra Provincia debemos superar la violencia y abrazar una ‘política del amor’. Superando el patriarcado podremos caminar hacia la equidad, para que todas y todos podamos Vivir Bien. Hoy, a los ganadores, solo les importa Vivir Mejor. En el patriarcado no es posible la equidad.

Benjamín Cardona Arango. Febrero de 2013



[1] Bonino Méndez,  Luis. LOS VARONES ANTE EL PROBLEMA DE LA IGUALDAD CON LAS MUJERES. (2002)

¿Son los bosques fábricas de agua?: Humberto Pérez Salazar

Humberto Pérez Salazar. 27 de julio de 2010.
http://conciencia-ambiental09.blogspot.com/2010/07/son-los-bosques-fabricas-de-agua.html